Discurso de María de Jesús Patricio Martínez, vocera del CIG, en Ciudad Universitaria. 28 de noviembre de 2017


Hermanos y hermanas de esta Ciudad de México.
Hermanos y hermanas de la comunidad universitaria en esta casa de estudios.
Medios de comunicación.
Hermanos y hermanas del pueblo de México.

Es un honor encontrarnos con todos ustedes en este lugar tan simbólico e importante en la historia de las transformaciones que han ido dando forma a lo que somos como nación mexicana.

Hoy más que nunca, necesitamos que la educación sea crítica, científica y acorde a la realidad de esta nación multicultural en la que las culturas originarias siempre han sido negadas. Lo anterior para que deje de ser el adiestramiento para instruir operadores del despojo, de la producción desmedida, de los justificadores del desastre social, político y ambiental a que nos ha sometido este sistema capitalista, que deje de ser la educación el semillero de la enajenación de los pueblos en nuestras comunidades y en las ciudades; o sea que deje de ser parte de los engranes que hacen funcionar al sistema capitalista.

Necesitamos que la educación sea gratuita y popular porque los derechos no deben ser mendigados ni convertidos en mercancía, sino reivindicados y ejercidos sin miedo para la construcción de nuevas formas y horizontes.

Así pues, es urgente lograr que la generación y transmisión del conocimiento en las universidades y escuelas esté permanente vinculado y al servicio de las y los de abajo, sea en las ciudades o en las comunidades indígenas y campesinas, y que no sea más un arma de los poderosos para seguir con este sistema depredador que ya amenaza la vida entera.

Queremos decirles que así como hemos encontrado siempre una palabra honesta, verdadera y consciente en los jóvenes estudiantes de distintas instituciones y universidades, los que somos el Congreso Nacional Indígena no hemos dejado de estar atentos a las rabias y los dolores que se han germinado aquí, como es el caso de la compañera Lesvy Berlín, asesinada en este mismo año aquí en Ciudad Universitaria.

Exigimos la verdad y castigo a los culpables de la muerte del compañero Carlos Sinuhé Cuevas Mejía, solidario y comprometido con las luchas del pueblo trabajador y que fue asesinado en el año 2011 sin que hasta la fecha las autoridades del mal gobierno hayan cumplido con la exigencia de verdad y justicia, como pasa también con el compañero Luis Roberto Malagón de Gaona, estudiante de la Facultad de Derecho, asesinado en el año 2017.

A ellos, a ella, a sus familias les manifestamos nuestro acompañamiento sincero y humilde que no es de coyunturas políticas y menos electorales. Tengan por seguro que la memoria es la virtud de las comunidades y pueblos del CNI, por lo que estamos y estaremos hombro con hombro con ustedes.

Y les decimos que estamos y estaremos, por que el dolor y la rabia que tenemos los pueblos originarios es también por ver a nuestros muertos y muertas, desaparecidos y desaparecidas, encarceladas y encarcelados por defender lo que para nosotros es la vida. Tenemos dolor y rabia por la impunidad ante miles de feminicidios, por la violencia sistemática que día con día vivimos las mujeres del campo y las ciudades y que nos hacen decir “¡ya basta!, llegó la hora de las mujeres”, y no tengan duda, nosotras también vamos por todo.

Porque nuestra lucha y nuestra apuesta es muy grande y no debemos parar de construir, con dignidad, el México en el que las mujeres no falten nunca más en el camino y en los trabajos para sanar nuestra patria.

Cuando hemos dicho que nuestra lucha, que nos está llevando a recorrer los rincones del México de abajo, no es por el poder y no es tampoco por puestos públicos o votos electoreros, lo decimos porque venimos buscando algo mucho más grande e importante, venimos buscando la conciencia colectiva de abajo, esa que hemos visto nacer y florecer en los estudiantes organizados y que nos han enseñado mucho con su dignidad y determinación.

Prueba de ello son las luchas históricas hechas por los estudiantes de 1968, 1986 y 1999, que nos recuerdan que es también la hora de ustedes y que no sólo son el futuro sino el presente, y no de México sino del mundo. Hoy les decimos que junto con ese aprendizaje en la memoria histórica de los universitarios y la juventud rebelde, es el tiempo de impulsar y construir desde el pensamiento y acción colectiva de los pueblos originarios y la dignidad y fuerza de la lucha de las mujeres que se rebelan y se organizan, el nuevo mundo que nos está reclamando la historia.

Compañeras, compañeros, nuestra propuesta como pueblos, naciones, tribus indígenas de este país, representados en el Concejo Indígena de Gobierno, es muy sencilla: estremezcamos juntos a esta nación, rompamos con las inercias viciadas que nos mantienen divididos, descolonicemos el pensamiento capitalista individualista y patriarcal para que podamos germinar y florecer los pueblos del campo y la ciudad y, con ello, florezcan también las ciencias y las artes al servicios de todas y todos en lugar de servir a las trasnacionales. 

Queremos, pues, que sepan que otra forma de gobernarnos es posible, que entre las ruinas que van dejando a su paso la ambición y el dinero nacen esperanzas y mundos nuevos. Que así como la organización digna y autónoma nació de la desgracia y el luto que ensombreció a este país por los recientes sismos, así también del luto y el dolor dejado por el capitalismo están resurgiendo las guías y las claves para reconstruirnos como pueblos y como nación.

A ustedes, la juventud consciente, a los creadores y multiplicadores de artes y ciencias, los reconocemos como una gran luz en medio de tanta muerte y oscuridad, los necesitamos para seguir soñando, luchando y haciendo cada vez más grande eso que los poderosos tanto temen y que se llama democracia, libertad y justicia.

A todos nuestros hermanos y hermanas de esta gran ciudad, hoy profundamente desgarrada, atrapada en las redes de la violencia y el crimen organizado, despedazada a cada momento por las ambiciones de los grandes capitales inmobiliarios, a cuyas decisiones se encuentran sometidos todos los poderes públicos y todos los colores de la política de arriba, queremos decirles que es el tiempo de reconstruir esta ciudad y este país desde abajo y a la izquierda, renaciendo la solidaridad de todos y de todas, la que en ocasiones anteriores les ha distinguido, durante los sismos de 1985, en los recientes sismos, en las ocasiones en que se reclama el esfuerzo y la unidad de los miles y miles que con su trabajo diario hacen posible la vida de la ciudad.

La ciudad, las ciudades, son por excelencia el espacio en el que el capitalismo se reproduce sin cesar; el espacio y el tiempo de las ciudades están organizados para satisfacer la reproducción del sistema capitalista. La explotación, el despojo y el desprecio son momentos permanentes en la existencia de las ciudades.

En ese sentido el trabajo de organización que todas y todos ustedes realicen para enterrar este mal sistema que se nombra capitalista resulta fundamental, y el esfuerzo que hagamos los pueblos originarios para resistir y rebelarnos en contra de esta realidad de despojo y explotación se queda corto, se queda trunco, si los trabajadores y las trabajadoras, si las amas de casa y quienes comercian de modo precarizado en las calles, si las y los jóvenes de esta enorme ciudad, de las ciudades, no hacen la parte que les toca.

Se trata de que las y los de debajo de esta Ciudad, junto con los pueblos indígenas originarios y residentes que la habitan y que están arrinconados, perdiendo gradual pero aceleradamente sus antiguos territorios, o viviendo y trabajando en condiciones infrahumanas, organicen la alegre rebeldía y resistencia anticapitalista, buscando golpear al monstruo en su corazón a la par que se construye una nueva ciudad realmente justa, libre y democrática. 

Desde Ciudad Universitaria, Ciudad de México
A 28 de noviembre de 2017

Nunca Más un México sin Nosotros

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